Ante contextos retantes como los ocurridos a escala global en el último tiempo, como también ante la vivencia propia de los retos personales, familiares, económicos, profesionales, sociales y emocionales, las capacidades de “confiar” en nosotros y nosotras mismas y actuar en consecuencia sin caer en el narcicismo ni en la negligencia, es todo un reto. A diferencia del acoso, mobbing o bullying, en donde quien nos daña es alguien externo, en la desconfianza o paranoia hacia uno mismo el acoso lo genera y lo sufre la misma persona, mediante duros juicios internos que generan una constante sensación de insatisfacción respecto a la propia capacidad personal.
En estos momentos de nuestra vida (porque creo que todos y todas pasamos por ahí en algún momento, situación o relación así), hagamos lo que hagamos nada parece ser suficiente. Lo complejo de esto es que, de no atenderlo a tiempo y profesionalmente, se puede extender a otras esferas de la vida llevando a reproducir el mismo esquema de pensamiento y acción a otros escenarios. Entonces ya no sólo dudo de mí para obtener un trabajo, una pareja o un estado particular, sino que empiezo a dudar de mí en muchas áreas de mi vida y me termino rindiendo.
Partiendo de esta percepción basada en la lógica de la creencia –no puedo confiarme de mí–, la persona pone en marcha una serie de evitamientos que le ahorran el mal trago de un posible nuevo fracaso personal (evitar iniciar unos estudios, evitar una prueba o examen, evitar hablar con mis conocidos, evitar cambiar el rumbo ocupacional, etc.). Método éste con el que solo consigue cerrar el círculo, puesto que cada evitamiento le confirmará de nuevo su incapacidad –evito porque soy incapaz– y le impedirá el éxito derivado de la superación de las dificultades y los necesarios errores. “Llevo encima las heridas de todas las batallas que he evitado “, decía Pessoa. De este modo, irá sumando fracaso sobre fracaso.
La construcción de la autoestima
Y es que, en este momento, al dudar profundamente de sí misma, la persona se convierte así en rehén de su propio sistema perceptivo-reactivo: cuanto más reacciona conforme a lo que percibe de sí misma, más confirma lo que percibe de sí. Evita porque se siente incapaz y se siente incapaz porque evita.
Solo mediante la acción se construye la autoestima. Así la obtiene el pequeño bebé que comienza a andar, arriesgándose por el pasillo lleno de obstáculos, cayéndose y volviéndose a levantar. La superación le proporciona una valoración acertada –positiva– de sí mismo.
En algunos casos, a personas que transitan por estas situaciones se les “diagnóstica” de “depresión”, que llega con el estado de renuncia, cuando ya nada tiene sentido porque todo irá mal, cuando no se evita ya por miedo a que las cosas vayan mal, sino que se renuncia a todo por la certeza de que irán mal.
Soluciones posibles
Por favor revisa las notas que tengo en mi Psicoblog sobre la Autoestima. Como verás allí, sabrás que la Autoestima no es un estado de elixir y excitación por uno mismo o una misma, como tampoco es un recital de mantras narcisistas ni una lista de rituales y acciones de moda en redes sociales. La Autoestima es básicamente la experiencia de autoconocimiento y autocuidado corporal, mental y emocional desde el conocimiento social, biológico, cultural y familiar de nuestra vida y relaciones.
Es por este que ese “enemigo interno” lo podemos poner en “jaque” a través del trabajo en Psicoterapia. En nuestro caso, desde la perspectiva y enfoque que trabajo en los procesos de consulta individual, a través del uso de estrategias narrativas y dialógicas llegamos a develar la “tiranía” que esta voz interna guarda” y ubico a la persona delante de sus emociones para que las maneje y no a la inversa, y, de manera progresiva, buscamos estrategias que le permitan actuar de manera consecuente en todas estas esferas en donde ha delegado, se ha rendido, ha evitado o se ha negado a tomar acción determinada por caminos diversos, o incluso nos enfocamos a modificar la meta sin renunciar al sentido de vida y desarrollo de capacidades.
Entonces logramos cambiar la percepción de ese “enemigo interno” y restarle protagonismo, y nos movemos a la consideración de él, como un personaje asustado que requiere ser reencausado y liberado del miedo paranoide.
Como dice el proverbio chino:
Cada uno de nosotros duerme cada noche con un tigre al lado. No puedes saber si éste, al despertar, querrá lamerte o despedazarte.
Para evitar el ataque, debemos entrenarnos en develar las capas del "enemigo interno", al tiempo que nos atrevemos a correr el riesgo del error y del fracaso. Solo así, cuando enfrentemos de nuevo su fiera mirada, tendremos las suficientes armas para fulminar definitivamente al tigre que pretendía devorarnos.
Para saber más lee “Se sei paranoico non sei mai solo” (Emanuela Muriana y Tiziana Verbitz) y no te pierdas el Psicoprograma en Pazciencia y Amor propio y nuestros mensuales capítulos del Psicopodcast.
Te abrazo y te espero en nuestros Psicoprogramas,
Carolina Leguizamón M.
Psicoterapeuta
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