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5 pasos para entender las heridas emocionales.

Actualizado: 28 oct 2021

“Cuando una mujer toma la decisión de abandonar el sufrimiento, la mentira y la sumisión. Cuando una mujer dice desde el fondo de su corazón: ‘Basta, hasta aquí he llegado’. Ni mil ejércitos de ego y ni todas las trampas de la ilusión podrán detenerla en la búsqueda de su propia verdad.

Ahí se abren las puertas de su propia Alma y comienza el proceso de sanación. El proceso que la devolverá poco a poco a sí misma, a su verdadera vida. Y nadie dijo que ese camino sea fácil, pero es ‘el Camino’. Esa decisión en sí abre una línea directa con su naturaleza salvaje y es ahí donde comienza el verdadero milagro”


Las experiencias dolorosas que desarrollamos a lo largo de nuestra vida conforman nuestras heridas emocionales. Estas heridas pueden ser múltiples y podemos llamarlas de muchas formas: traición, humillación, desconfianza, abandono, injusticia, engaño.... y a su vez, van asumiendo en el transcurso de nuestra vida diversas máscaras: desconfianza, egocentrismo, crítica, rabia, prepotencia, miedo, evitación y hasta violencia.


Ya me habrás escuchado en reiteradas ocasiones de decir que podrás recorrer el mundo entero, pero tendrás que volver a ti.

Y es que podrás recorrer diversos caminos y fórmulas de sanación, pero hasta que no te confrontes con tu memoria emocional, hasta que no cierres en amor, profundidad y trabajo psicológico viejos patrones de relación (aprendidos, heredados o elegidos), todo vendrá nuevamente en nuevos personajes y situaciones hasta que elijas ir profundo y amorosamente en ti y aprender las lecciones necesarias para tu evolución. Y esas lecciones te servirán para tener una vida profesional, ocupacional, laboral, familiar, social, romántica, sexual, económica, física y espiritual, mucho más sana, integrada y libre.


A veces vienen personas y situaciones que nos retan, nos dañan, nos duelen o simplemente nos incomodan, esas personas encaran espacios que nos recuerdan desde diversos niveles nuestras heridas sagradas. Entonces no sólo basta con alejarse o cortar con esas relaciones (ahora que está de moda decir que basta con alejarse o cortar relaciones tóxicas), se trata también de recibir cuidadosa y afectivamente, lo que ellas reflejan de nuestra estructura mental, vital y emocional.


1. Recibe la herida como parte de tu aprendizaje.


La herida existe, puedes estar o no de acuerdo con el hecho de que existe, pero el primer paso es aceptar esa posibilidad. Según Lisa Bourbeaur, aceptar una herida significa mirarla, observarla detenidamente y saber que tener situaciones que resolver forma parte de la experiencia del ser humano.


No somos mejores o peores solo porque algo nos haga daño. Haberte construido tu coraza de protección es un acto heroico, un acto de amor propio que tiene mucho mérito pero que ya ha cumplido su función. Es decir, te protegió de los ambientes que te dañaron, pero una vez que la herida está abierta y la puedes ver, es momento de pensar en sanarla.


Aceptar nuestras heridas resulta muy beneficioso, entre otras cosas, porque nos ayudará a no querer cambiarnos a nosotros mismos.


2. Considera el hecho de que lo que reprochas de los demás, lo haces tú también.


La voluntad y la decisión de sobreponernos a nuestras heridas es el primer paso hacia la paciencia, la compasión y la comprensión con nosotros mismos. Estas cualidades que desarrollarás para ti mismo, irás desarrollándolas para con los demás, lo que alimentará tu bienestar.


A veces no nos damos cuenta de que ponemos nuestras expectativas vitales en los demás, esperando que suplan nuestras carencias y que colmen nuestras esperanzas. Lo cierto es que nuestro comportamiento lleva a anular nuestras relaciones y gran parte de nuestra vida, generando gran malestar porque los demás no responden como esperamos.



3. Date el permiso para enfadarte con aquellos que alimentaron esa herida.


Cuanto más nos dañen y más profundas sean nuestras heridas, más normal y humano resultará culpar y sentir enfado hacia quien nos perjudicó. Date permiso para enfadarte con ellos y perdónate a ti mismo. De lo contrario, desahogarás todo ese rencor contigo mismo y con los demás, pues si lo haces es como si estuvieras arañando tus heridas de forma constante.


Sentirse culpable dificulta el perdón, pero liberarnos de esa culpa y el rencor es la única forma de sanar nuestras heridas.


También es necesario perdonar, pues debemos aceptar que las personas que hieren es probable que lleven dentro un profundo dolor. Nosotros mismos dañamos a los demás con las máscaras que nos ponemos para proteger nuestras heridas.


4. Ninguna transformación es posible si no aceptamos nuestras heridas emocionales.


Estas heridas emocionales te van a enseñar algo, aunque es probable que te cueste aceptarlo porque nuestro ego crea una barrera de protección bastante eficaz para ocultar nuestros problemas. He visto muchas mujeres con máscaras del ego disfrazadas de éxito y libertad, y en eso, terminan pasando por encima de relaciones, personas y en desconexión total de empatía por ellas mismas y su entorno.


Lo cierto es que, normalmente, el ego quiere y cree tomar el camino más fácil, pero en realidad nos complica la vida. Son nuestros pensamientos, reflexiones y actuaciones los que nos la simplifican, aunque nos parezca demasiado complicado por el esfuerzo que requiere.


Intentamos esconder la herida que más nos hace sufrir porque tememos mirar de frente a nuestra herida y revivirla. Esto nos hace portar máscaras y agravar las consecuencias del problema que tenemos, pues, entre otras cosas, dejamos de ser nosotros mismos.


5. Date tiempo para observar cómo te has apegado a tu herida.


Lo ideal es deshacernos de estas máscaras cuanto antes, sin juzgarnos ni criticarnos, pues esto nos permitirá identificar cómo debemos tratar nuestras heridas para sanarlas.


Es claro que Sanar es un proceso. El tema no es olvidar o no sentir dolor, el tema es adquirir en proceso psicológico, consciente y de introspección, diferentes niveles de consciencia sobre nuestras emociones y no permitir que el miedo, la angustia, la ansiedad, la tristeza, la dependencia, la soberbia, el egoísmo, la frivolidad, la rabia, el temor, la desesperanza o la ansiedad se apoderen de nosotros y nos impidan aprender e ir profundo de corazón a corazón en nuestros viajes, migraciones, relaciones y retos.


Te abrazo y espero en Psicoterapia.


Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta.

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