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El cuerpo refleja lo que sientes.

El cuerpo lleva la cuenta es un libro que gira alrededor de cómo un grupo de terapeutas y académicos(as) -junto con sus valientes y memorables pacientes- ha luchado por integrar los avances de la ciencia del cerebro, la investigación sobre el apego y la conciencia corporal en tratamientos que pueden liberar a los(as) supervivientes de traumas de la tiranía del pasado. Estas nuevas vías de recuperación activan la neuroplasticidad natural del cerebro para recablear el funcionamiento perturbado y reconstruir paso a paso la capacidad de "saber lo que se sabe y sentir lo que se siente." También ofrecen experiencias que contrarrestan directamente la impotencia y la invisibilidad asociadas al trauma, permitiendo tanto a personas adultas recuperar la propiedad de sus cuerpos y sus vidas.


En las páginas del libro vi muchos de los retos que había encontrado en mí misma y en mis consultantes durante años, sólo que esta vez enmarcados como efectos secundarios comunes del trauma. Por ejemplo:


· Dificultades de concentración y memoria

· Sobrecarga sensorial y filtración de lo que importa y lo que no

· Dificultad para dormir y relajarse

· Aprendizaje de nueva información y cambio de comportamiento

· Cultivar un sentido de confianza y agencia personal

· Miedo y ansiedad a asumir riesgos

· Acceder plenamente a la imaginación y la creatividad

· Duda de sí mismo y perfeccionismo

· Fatiga crónica y agotamiento

· Mantener la motivación y la determinación


Me sorprendió saber que no sólo el déficit de atención es un síntoma común del trauma, sino también la hiperfocalización. Ambos pueden ser formas de disociación, un intento de escapar del momento presente. Incluso aquellos de nosotros(as) a los que nos resulta fácil "ser productivos(as)" no somos inmunes al impacto del trauma.

Pensé: ¿podría ser ésta la clave de tantas cosas que nos atormentan? ¿Podría ser la raíz de tantos problemas que nos impiden alcanzar nuestros objetivos y sueños más preciados?


Síntomas emocionales

El trauma es una parte casi universal de la experiencia humana, según se establece en el libro desde el principio. Solemos pensar en el trauma como algo que ocurre en circunstancias muy extremas: violación, abuso sexual, maltrato físico, abandono extremo, agresión, violencia doméstica o desastres naturales. Pero se trata de traumas agudos, que no son los únicos.


Incluso los traumas agudos son frecuentes. Según una investigación de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC), uno de cada cinco estadounidenses ha sufrido abusos sexuales en la infancia; uno de cada cuatro ha sido golpeado por uno de sus padres; uno de cada cuatro de nosotros(as) creció con familiares alcohólicos; y uno de cada ocho ha sido testigo de cómo golpeaban o abandonaban en irresponsabilidad afectiva a su madre.


Son cifras espantosas y eso que no hemos revisado las europeas, africanas, asiáticas y latinoamericanas; las cifras de ocurrencia de estos eventos realmente son muy por encima de lo que incluso la mayoría de profesionales esperan. El trauma infantil es una epidemia silenciosa. Si tus cuidadores ignoran regularmente tus necesidades, aprendes a anticipar el rechazo y el retraimiento. Te las arreglas bloqueando su hostilidad o negligencia y actuando como si no importara. Pero el cuerpo lleva la cuenta: permanece en estado de alerta máxima, preparado para protegerse de los golpes, la privación o el abandono.


Uno de los efectos más devastadores de esto, según Van der Kolk, es "no sentirse real por dentro". Cuando no te sientes real, nada importa. Es imposible protegerse del peligro o atender a las propias necesidades. Puedes llegar a extremos en un esfuerzo por sentir algo, como cortarte con cuchillas de afeitar o pelearte con desconocidos.


Y todo esto se traslada a la edad adulta. No desaparece por sí solo. Un(a) niño(a) que ha sido ignorado(a) o humillado(a) crónicamente es probable que carezca de autoestima. Los(as) niños(as) a los que no se les ha permitido hacerse valer tendrán problemas para defenderse. Y muchos adultos(as) que fueron maltratados de niños(as) arrastran una rabia latente que apenas pueden contener.


Como han observado los psicólogos desde Freud y Breuer, "el trauma psíquico -o, más exactamente, el recuerdo del trauma- actúa como un cuerpo extraño que, mucho tiempo después de su entrada, debe seguir considerándose como un agente que sigue actuando".


En otras palabras, el recuerdo del trauma actúa como una astilla en la mente: es la respuesta del cuerpo al objeto extraño lo que se convierte en el problema, y no el objeto en sí.

Basándose en más de treinta años en la vanguardia de la investigación y la práctica clínica, Bessel van der Kolk muestra que el terror y el aislamiento en el núcleo del trauma remodelan literalmente tanto el cerebro como el cuerpo. Nuevos conocimientos sobre nuestros instintos de supervivencia explican por qué las personas traumatizadas experimentan una ansiedad incomprensible y una rabia adormecida e intolerable, y cómo el trauma afecta a su capacidad de concentración, de recordar, de establecer relaciones de confianza e incluso de sentirse a gusto en su propio cuerpo. Habiendo perdido la sensación de control de sí mismos y frustrados por el fracaso de las terapias, a menudo temen haber sufrido daños irreparables.


El título subraya la idea central del libro: La exposición al abuso, abandono emocional y la violencia fomenta el desarrollo de un sistema de alarma hiperactivo y moldea un cuerpo que se atasca en la lucha/huida y la congelación. El trauma interfiere en los circuitos cerebrales que implican concentración, flexibilidad y capacidad para mantener el control emocional. Una sensación constante de peligro e impotencia promueve la secreción continua de hormonas del estrés, lo que causa estragos en el sistema inmunitario y en el funcionamiento de los órganos del cuerpo. Sólo haciendo que las víctimas de traumas puedan habitar su cuerpo con seguridad y tolerar sentir lo que sienten y saber lo que saben, se puede lograr una curación duradera. Esto puede implicar una serie de intervenciones terapéuticas y particulares a cada historia, incluyendo diversas formas de procesamiento del trauma, neurofeedback, teatro, meditación, juego y yoga.


Con un mapa del mundo basado en el trauma, el abuso y el abandono, las personas con experiencias traumáticas suelen buscar atajos hacia el olvido y evitar un compromiso honesto, estable y maduro en sus relaciones. Anticipando el rechazo, el ridículo y la privación, son reacias a probar nuevas opciones, seguras de que las llevarán al fracaso. Esta falta de experimentación les atrapa en un mundo de miedo, aislamiento y escasez en el que es imposible acoger las experiencias que podrían cambiar su perspectiva básica.


Se ha observado una falta de imaginación entre los personas que han vivido con experiencias traumáticas. Cuando son arrastradas compulsiva y constantemente al pasado, no pueden imaginar un futuro diferente. Pero la imaginación es esencial para la calidad de nuestras vidas. Enciende nuestra creatividad, alivia nuestro aburrimiento, alivia nuestro dolor, aumenta nuestro placer y enriquece nuestras relaciones más íntimas. Sin ella, no hay esperanza, ni posibilidad de imaginar un futuro mejor, ni lugar al que ir, ni meta que alcanzar.


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Psicoterapeuta

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