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Duelo migratorio: Una invitación a conectarte y rediseñarte.

Actualizado: 18 ago 2020

“Yo soy una desarraigada nata. Yo voy conmigo a todas partes. Mi mundo soy yo, mis sueños. Cuando voy a un país o a cualquier sitio, yo lo transformo en lo que a mí me interesa, y dejo lo que no me interesa: no lo veo" Ana Matute


Uno de los fenómenos que remueven sociedades, familias, redes y hasta procesos sociales en el mundo es la migración. Cada vez más se incluye la posibilidad de emigrar como otro paso más en la vida por los deseos de mejorar en algún ámbito, conocer y experimentar cosas nuevas, consolidar un proyecto de familia o pareja, expandir horizontes profesionales u ocupacionales, maravillarse con nuevos sentires… y no olvidemos las migraciones por las condiciones de vida violentas u otros conflictos. En cualquier caso, embarcarse en un proyecto que implica dejar o soltar familia, amigos, cultura, certezas adquiridas, rutinas, comidas, lenguajes… inevitablemente deriva en un trabajo personal intenso de adaptación, descubrimiento, conexión y duelo. 


El duelo migratorio es un tipo de elaboración de la pérdida que empieza cuando una persona emigra. Es un proceso que puede culminar en bienestar o dolor, ya que cuestiona los recursos y estrategias de adaptación de cada uno y moviliza emociones ambiguas haciendo que el duelo también lo sea. Puede resultar el más simple de los duelos, pero conlleva una serie de circunstancias que pueden hacer que se complique y trastoque todas las áreas de la vida de una persona. 


Esta experiencia de cambio lleva a la persona a trabajar en dos direcciones: la adaptación a lo nuevo y desconocido y la elaboración del duelo. Cada proceso de duelo es diferente, y el logro de estos objetivos se verá influenciado por características personales, las condiciones de la migración, el país de destino, el apoyo social, la nacionalidad, la edad…