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- Cómo hacer frente al estrés traumático
El estrés traumático es una reacción normal a un evento anormal. Por lo general, los síntomas mejoran con el tiempo, pero las personas con síntomas más intensos pueden necesitar ayuda profesional. La forma en que las personas reaccionan y responden al trauma puede variar: Reacciones y respuestas comunes al trauma: Después de un evento traumático, las personas con frecuencia se sienten aturdidas, desorientadas o incapaces de integrar la información angustiosa. Una vez que estas reacciones iniciales desaparecen, las personas pueden experimentar una variedad de pensamientos y comportamientos. Las respuestas comunes pueden ser: Sentimientos intensos o impredecibles. La persona puede estar ansiosa, nerviosa, abrumada o afligida. También puede sentirse más irritable o malhumorada de lo habitual. Cambios en los pensamientos y patrones de conducta. Es posible que tenga recuerdos repetidos y vívidos del evento. Estos recuerdos pueden ocurrir sin motivo aparente y pueden provocar reacciones físicas como latidos cardíacos rápidos o sudoración. Puede ser difícil concentrarse o tomar decisiones. Los patrones de sueño y alimentación también pueden verse alterados. Algunas personas pueden comer en exceso y dormir demasiado, mientras que otras experimentan pérdida de sueño y pérdida del apetito. Sensibilidad a los factores ambientales. Las sirenas, los ruidos fuertes u otras sensaciones ambientales pueden estimular los recuerdos del desastre y generar una mayor ansiedad. Estos “desencadenantes” pueden ir acompañados de temores de que se repita el evento estresante. Relaciones interpersonales tensas. Puede ocurrir un mayor conflicto, como desacuerdos más frecuentes con familiares y colegas de trabajo. También la persona puede volverse retraída, aislada o desconectada de sus actividades sociales habituales. Síntomas físicos relacionados con el estrés. Pueden ocurrir dolores de cabeza, náuseas y dolor en el pecho que podrían requerir atención médica. Las condiciones médicas preexistentes podrían verse afectadas por el estrés relacionado con el desastre. Lidiando con el estrés traumático: La buena noticia es que existen formas muy efectivas de sobrellevar y tratar los efectos estresantes del trauma. Lxs psicólogxs y otros investigadores han descubierto que estas acciones pueden ayudar: Apoyo en los seres queridos. Identifica a amigos o familiares para que te apoyen. Si te sientes listx para hablar sobre el evento traumático, puedes hablar con ellxs sobre tu experiencia y tus sentimientos. También puedes pedirle a tus seres queridos que te ayuden con las tareas del hogar u otras obligaciones para aliviar parte de su estrés diario. Enfrenta tus sentimientos. Es normal querer evitar pensar en un evento traumático. Pero no salir de casa, dormir en exceso, aislarse de seres queridos y usar sustancias para escapar de los recuerdos no son formas efectivas a largo plazo de sobrellevar la situación. Aunque la evitación es normal, demasiada evitación puede prolongar el estrés y evitar que te recuperes. Poco a poco, trata de retomar una rutina. Priorizar el autocuidado. Recuerda que es normal tener una fuerte reacción ante un evento angustioso. Toma las cosas un día a la vez mientras te recuperas. A medida que pasan los días, tus síntomas deberían comenzar a mejorar gradualmente. Cuándo buscar ayuda No todo el mundo requiere tratamiento para el estrés traumático. La mayoría de las personas se recuperan con el tiempo o encuentran maneras para gestionarlo. Sin embargo, profesionales de la salud mental, como los psicólogxs, pueden ayudarte a encontrar formas saludables de sobrellevar las secuelas de un evento traumático. Si tu angustia está interfiriendo con tus relaciones, trabajo o funcionamiento diario, es posible que tengas un trastorno de estrés agudo o un trastorno de estrés postraumático (TEPT) . Lxs psicólogxs pueden proporcionar intervenciones basadas en evidencia para ayudarte a sobrellevar el estrés traumático o el trastorno de estrés agudo. Una de esas intervenciones pueden ser los Primeros Auxilios Psicológicos (PAP), originalmente diseñadas para ayudar a niños, adolescentes, adultos y familias después de un desastre o terrorismo. Ahora se usa para ayudar a las personas que han sufrido algún tipo de trauma. PAP se basa en la idea de que la angustia es normal después de un evento traumático. En lugar de tratar ese estrés como un trastorno, el enfoque de esta herramienta es brindar apoyo y asistencia y compartir información sobre las reacciones al estrés y las estrategias de afrontamiento. El objetivo de PAP es reducir la angustia y mejorar el afrontamiento y el funcionamiento, tanto a corto como a largo plazo. Otro tratamiento basado en la evidencia es la terapia conductual cognitiva, o CBT, que se usa para tratar muchos trastornos psicológicos, incluido el estrés traumático. La TCC es un tratamiento psicológico que ayuda a las personas a aprender a cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento inútiles. La Organización Mundial de la Salud recomienda la TCC centrada en el trauma para tratar los síntomas del estrés traumático agudo en adultos. Algunas investigaciones también sugieren que las personas que reciben TCC centrada en el trauma pueden tener menos probabilidades de desarrollar TEPT crónico . Además, se ha desarrollado una variedad de tratamientos para ayudar a los niños y adolescentes que han estado expuestos a traumas o eventos adversos en la infancia, como negligencia o abuso. Muchas de estas terapias se basan en la familia e incluyen a los padres o cuidadores del niño en el proceso de tratamiento. Si tu o un ser querido están luchando por recuperarse de un evento traumático, la terapia puede ayudar. Te abrazo y te espero en un café virtual y en nuestros Psicoprogramas. ¿Ya escuchaste nuestros episodios para aprender de tu sentir? Escúchalo aquí. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- Diferencia entre ansiedad, miedo o angustia.
Es común que escuches decir que la Ansiedad es un profundo miedo del futuro. Se resume la comprensión de la ansiedad y de fobias derivadas de ella, a "sentir miedo" y de ahí pareciera muy fácil liberarse. Pero para quienes hemos vivido condiciones de ansiedad límite en donde nos paralizamos, no dormimos, huímos y pareciera que el cuerpo y la mente escapan de nuestro control, sabemos que no es así de sencillo y es más que miedo, es realmente un cóctel de sensaciones y experiencias psicofísicas sucediendo a la vez sin seguir nuestro mando. Así se olvida que el miedo es una percepción que desencadena una emoción que, a su vez, genera una reacción fisiológica. La ansiedad es el efecto psicofisiológico de esta percepción-emoción. A menudo, no se tiene en cuenta que la ansiedad, como activación del organismo, hasta un cierto nivel, permite que éste haga frente al miedo. Solo más allá del nivel de umbral, que es distinto para cada persona, el miedo se transforma en pérdida de control de las propias reacciones y puede conducir al pánico. Por consiguiente, la ansiedad es una reacción que surge como efecto de la percepción del miedo. En el caso de que su nivel se eleve demasiado, puede transformarse en la causa del miedo. En este caso el efecto se transforma en causa. Pero este tipo de interacción circular entre miedo, ansiedad y pérdida de control sólo es típica de las fobias generalizadas. Y bueno, la verdad es que en un mundo social y humano tan complejo, con tantos retos y quiebres internos, externos, sociales: cómo no sentir miedo! Esto implica que trastorno un fóbico por ejemplo, no puede ser asimilado a un trastorno de ansiedad. Puesto que es un tipo de condición distinta que puede producir como efecto también un trastorno de ansiedad. O que, al contrario, puede ser también el producto de un trastorno de ansiedad. No obstante, al superponer las dos nos estamos olvidando de que la primera es una forma de percepción y la segunda es una reacción fisiológica. Esto es fundamental entenderlo, en tanto que, si ansiedad y miedo fueran lo mismo, para extinguir un miedo debería ser suficiente reducir la reacción ansiosa de las personas. Pero como Damasio y Gazzaniga (1999), dos de los mayores estudiosos en neurociencias demuestran en sus experimentos, reducir la ansiedad de una persona puede inhibir sus reacciones, pero no altera sus percepciones y, en consecuencia, el miedo permanece. Entonces es común que los "tips" que las personas encuentran por ahí dicen que basta con cambiar su "mindset" o sus rutinas y que luego con "esfuerzo y casi que por arte de magia", la ansiedad va desapareciendo. Todo esto carece de profundidad, de responsabilidad y de verdad. Esto se explica por el hecho de que al inhibir la ansiedad la persona primero se siente mejor, pero luego, dado que la percepción del miedo sigue existiendo y extendiéndose, llega a la pérdida total de control. Y conduce a la desconfianza en sus propios recursos, que se inhiben precisamente por inhibir las reacciones de ansiedad. En consecuencia, es necesario seguir el camino inverso: resolver el trastorno fóbico para reducir también las reacciones. O sea: cambiar las percepciones de la realidad del sujeto para cambiar sus reacciones, y no al revés. Entonces te invito a confrontar, profundizar y cuestionar tu marco de percepción, en espacios narrativos, sistémicos y creativos. Te espero en nuestros espacios de consulta y encuentro. Te abrazo y te espero en un café virtual y en nuestros Psicoprogramas. ¿Ya escuchaste nuestros episodios para aprender de tu sentir? Escúchalo aquí. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- 4 hábitos para priorizar tu salud mental
No hay salud sin salud mental, y no hay salud mental sin las condiciones a nuestro alrededor que lo permitan y sostengan. No hay salud sin salud mental. A estas alturas, esta teoría la tenemos prácticamente asimilada, pero otra cosa es la realidad. No hay fórmulas mágicas para cultivar nuestra salud mental y te pido renunciar a buscarlas, porque la salud mental es en realidad salud BIOPSICOSOCIAL, es decir, no somos personas divididas ni la suma de las partes. Todas las condiciones que nos permiten experimentar bienestar están interconectadas y requerimos entender que más que buscar que estén en equilibrio, debemos procurar darle lugar, tiempo y espacio a sentir, pensar y narrar nuestras emociones, pensamientos, cuerpos y relaciones en una constante reflexión, cambio y trabajo alrededor de nuestras prácticas de cuidado de nuestra vida, nuestras vidas. En el último tiempo he estado viajando mucho, con varios cambios que a veces siento abrumadores y sin un momento de estabilidad alcanzable en el corto plazo, con lo cual he reafirmado las siguientes prácticas para priorizar mi salud mental que hoy te quiero compartir: #1. Agendar momentos de autocuidado Lo que no agendas no existe, le escuché a un colega hace unos meses y me quedó retumbando. No se trata de autoexplotarme, si en definitiva no encuentro el tiempo para caminar, escribir, gritar o tener esa charla con mi amiga, pues ni modo, hoy no será. Lo cierto es que en pleno uso de mi sensatez, debo agendar momentos de autoconexión porque de otra manera nadie me los dará, incluso así ese alguien tenga las mejores intenciones. Cuidarnos no debería ser un extra, pero con el frenesí del día a día suele pasar que lo dejamos para el final del día, con el consiguiente riesgo de que ese ‘momento para mí’ nunca llegue. Ese autocuidado/descanso no tiene por qué ser en forma de grandes planes, simplemente son pequeños placeres: leer, un automasaje, una meditación, ejercicio, comer algo rico…Así mismo ATENCIÓN con algo: El autocuidado puede basarse en prácticas activas (movimiento, actividades, charlas, arte, salidas, etc) o pasivas (dormir, reposar, estar en silencio, abstraerse del mundo, contemplar) y aún más importante: El autocuidado no es un culto al "Yo", por lo que autocuidarnos auténticamente se basa en tener relaciones que con honestidad, ternura y respeto nos recuerden que nuestro cuerpo, mente, emociones, sentir y dolor, es legítimo y merece respeto y espacios de dedicación. #2. No sentirme mal cuando decida autocuidarme Tengo que decir que para muchas personas, especialmente para las mujeres, autocuidarse resulta un lujo, debido a las considicoines sociales, culturales y de opresión e inequidad en las que viven; así mismo, para muchas mujeres, pensar y hacer prácticas de autocuidado las pone en riesgo porque son culpadas, juzgadas, criticadas o excluidas en sus relaciones cercanas. La culpa es una experiencia socioemocional necesaria de abordar y trabajar cuando pensamos en el autocuidado auténtico. Así que si tú como yo has pasado por momentos en donde piensas que el autocuidado es un "lujo" o que cuesta mucho, es importante que empieces a cuestionar el tipo de relaciones en las que te encuentras y procures contar con manos seguras, honestas y confiables que te permitan pensar en dónde aprendiste a dar sin recibir y quién probablemente se ha beneficiado de eso por encima de tu propio bienestar. #3. Dejar cosas sin hacer Para quienes me conocen esta es la más difícil de todas las actividades a agendar para autocuidarme. Me cuesta no hacer. Con el tiempo he logrado pensar más y gestionar de manera efectiva mis neurosis, pero sigo en el camino de aprendizaje para obligarme a parar todos los días como mínimo media hora. En eso voy. No se trata de procrastinar como forma de vida –aplazar cosas para mañana como norma no es bueno para la salud mental–, pero sí de aligerar los ‘tengo que’ de la agenda y saber qué cosas se pueden dejar de hacer en favor de nuestro bienestar. Tal y como me explicó la psicóloga Lucía Morales, es distinguir las tareas prioritarias que no se pueden dejar de hacer –lo urgente se vuelve prioritario si no se resuelve a tiempo– de aquellas que pueden esperar. #4. Desconectar para conectar Me cuesta desconectar cuando llego a casa, durante el fin de semana o en unas vacaciones, pero mi propósito es aprender a desconectar en esos momentos. Y un primer paso para lograrlo es guardar el móvil al llegar a casa (siempre que sea posible) y centrarme en los míos. Además, teniendo en cuenta que la hiperconectividad provoca insomnio, irritabilidad, mal humor, falta de energía y agotamiento mental, parece necesario poner límites a esa conexión permanente a las pantallas. Leer más y mirar menos Instagram es también otra manera de lograrlo. Además, tal y como afirma Ixi Ávila, “al descansar aumentarás tu productividad. Es mejor trabajar dos horas al 100% que cinco al 30%”. Y desconectar también es descansar. Cuéntame: Tienes alguna otra actividad sugerida? Te abrazo y te espero en un café virtual y en nuestros Psicoprogramas. ¿Ya escuchaste nuestros episodios para aprender de tu sentir? Escúchalo aquí. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- Activa el modo avión, deja el modo supervivencia.
Nos debatimos en una paradoja: Entre el «imperativo de felicidad» y las altas tasas de depresión navega una sociedad conectada más a las pantallas que a las personas. En medio de esa tensión existencial, es necesario relativizar los dramas, elogiar la tristeza, mitigar las ansias de perfeccionismo y reivindicar el miedo. Es importante aproximarse de tanto en tanto al «modo avión» en un universo que gira en «modo supervivencia». Estamos en una época donde la gente no encuentra sentido a las cosas sino que tendemos a sustituir las razones de vivir por sensaciones, que dan placer y son buenas pero no llenan. Hemos reemplazado los porqués por emociones intensas. Somos personas adictas a experiencias cada vez más vibrantes que nos dejan más solas por dentro cuando no existen. El estudio de nuestro circuito neuronal confirma que funcionamos así. Una sociedad llena de vacíos se agarra a cualquier cosa: una persona, una idea, un juicio, una secta, la violencia, las obsesiones, las adicciones... La felicidad depende del sentido que damos a nuestras vidas. Como psicoterapeuta, me dedico a ayudar a que la gente tenga un equilibrio sano, porque la felicidad es un concepto muy relativo y trivializado por estos tiempos. Trato de animar a reflexionar sobre el pasado y mirar con ilusión al futuro conectando con el instante presente. Nuestras biografías tienen un alto grado de drama, de sufrimiento, de dolor, y debemos aprender a ser felices viviendo cómodos en la incomodidad real. Somos seres atravesados por el dolor y la incertidumbre, y negarlo, sólo es anclarnos y estancarnos. En ello, el punto está en que comprender significa aliviar. Cuando uno entiende por qué le pasan las cosas, por qué reacciona así su cerebro ante determinadas situaciones, por qué su organismo enferma en momentos de amenaza, es más fácil hacer frente a todas esas circunstancias reales y universales. ¿Se puede ser feliz sin asumir que somos vulnerables y que el sufrimiento forma parte de la vida? No. Huir de la realidad nunca nos hace felices, solo incentiva la búsqueda de vías de escape que o son sanas o son destructivas. No hay términos medios. La verdad es que de tantos seres humanos con los que he trabajado y mirando mi propia vida, tengo que afirmar que no conozco vidas sin errores, sin dolor y sin batallas. El perfeccionista es el eterno insatisfecho que nunca está a la altura de lo que quiere. Y es que estar insatisfecho y sorfear entre vanalismos está a la orden del día debido al uso de las redes sociales en muchas partes del mundo. El 95 por ciento de los jóvenes del siglo XXI utiliza las redes sociales como huida en falso frente a los problemas porque estimulan la atención —la corteza prefrontal— y la dopamina —la hormona del placer propia de las sustancias adictivas—. Fuera del ámbito profesional, casi todos utilizamos las pantallas cuando nos aburrimos o cuando estamos estresados, y enseñamos a nuestro cerebro que ante ambos escenarios siempre hay una forma rápida de huida. Es un reflejo de la nula tolerancia a la frustración que nos caracteriza como sociedad. Las encuestas derivadas de la pandemia por organizaciones como la OMS suelen destacar que las preocupaciones de las personas adultas son, prioritariamente, el paro, los problemas económicos y la política. ¿Si incluyera «ser feliz» en sus encuestas nos llevaríamos una sorpresa? Nunca hemos tenido acceso a tanta información y nunca hemos sido tan vulnerables al engaño. Estamos enamorados de lo superfluo, y cada vez somos más incapaces de profundizar y llegar al trasfondo de las personas y las cuestiones. Nos quedamos en titulares, en rumores, en comentarios superficiales sobre los demás que condicionan nuestros juicios. La corteza prefrontal es la parte del cerebro que pilota la concentración y es la zona del autodominio. Gran parte de la felicidad consiste en autogestionar lo que me conviene para evitar la frustración. Las capacidades del cerebro o las usas o las pierdes. No conozco vidas sin errores, sin dolor y sin batallas. Si nos pasamos la vida buscando ser perfectos y no fallar, enfermamos. El empeño por mostrarnos perfectos en las redes sociales ya nos está enfermando. El perfeccionista es el eterno insatisfecho que nunca está a la altura de lo que quiere, por eso vive siempre alerta para controlarlo todo. Rema con esfuerzo en un mar imposible. Pensando en todo esto escribía también estos días: No hablamos de los miedos. No nos gusta. Le tenemos miedo a hablar del miedo. Preferimos entonces hablar del vecino, volvernos expertos opinologos, volvernos los economistas del momento y hablar de las maravillas del norte o del declive del sur, u otros prefieren decir que menos mal están donde siguen que porque como está el mundo, estar así es mejor y entonces buscan justificar las 4 calles de la mente por las que circulan interminablemente. Estamos todos llenos de miedos, de dudas y de incertidumbres y nos agarramos de ideas, teorías y prejuicios que sustenten nuestro lugar en el mundo. Eso por supuesto no está mal y no está bien. Eso es humano. El punto es que si el miedo no fuera tan fuerte, los juicios que emitimos no hablarían tan duro, la violencia no tendría tanta fuerza y nuestra necesidad de control no estaría tan latente. Tenemos miedo. Y no por hablar del miedo va a pasar que lo invoquemos y que sea más fuerte. Y no por dejar de hablar de él entonces va a dejar de existir y el amor y el positivismo extremo van a entrar por la puerta. El miedo hace parte del equilibrio, es el motor. Lo que pasa es que lo marginamos y preferimos no ser honestos y esconder nuestros miedos. A la larga y en el fondo, en nuestra humanidad le tememos a las mismas cosas, le tememos a desaparecer sin más o a quedarnos con menos de lo que ya somos. El miedo es visceral, hormonal, cultural, familiar y social. El miedo nos constituye como CIENTOS de emociones más. Yo le tengo miedo a muchas cosas. Pero me reconozco también porque logro ponerme delante de él para que me impulse y no para que me detenga. Y en lo que aún tengo tanto miedo que ni siquiera lo intento, pues me tengo compasión, porque habrán otros momentos, otras vidas, tendré otras consciencias. Te abrazo y te espero en un café virtual y en nuestros Psicoprogramas. ¿Ya escuchaste nuestros episodios para aprender de tu sentir? Escúchalo aquí. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- El autoperdón: El arma secreta contra la culpa.
Todas las personas experimentamos vergüenza, es una emoción universal. Brene Brown describe la vergüenza como "el sentimiento o la experiencia intensamente dolorosa de creer que somos defectuosos y, por lo tanto, indignos de aceptación y pertenencia". Entonces, ¿cómo podemos aliviar nuestro cuerpo y nuestra mente del dolor causado por la culpa? Mediante el autoperdón. El autoperdón es una herramienta poderosa para deshacerse de la culpa debilitante. No podemos estar culpándonos eternamente si queremos crecer. Por el contrario, el autoperdón puede hacernos avanzar con fuerza, claridad y responsabilidad. ¿Por qué la gente se resiste al autoperdón? Muchas personas experimentan mucha resistencia a la idea del autoperdón. Es posible que consideren el autoperdón como un "dejarse llevar", como si el autojuicio fuera la única forma de mejorar. Pero el autojuicio negativo y la autoculpabilización pueden ser en realidad un gran impedimento para el cambio positivo. Cuanta más vergüenza sientas por tus acciones y comportamientos pasados, más baja será tu autoestima y menos probable será que sientas motivación al cambio. Puedes decidirte a cambiar tu comportamiento y perdonarte al mismo tiempo. El autoperdón abre la puerta al cambio al liberar la resistencia y profundizar la auto-conexión. La psicoterapeuta Beverly Engel describe mejor otra razón para la resistencia al autoperdón: "Es posible que tengas una dificultad para perdonarte a ti mismo debido a esa poderosa necesidad de "ser bueno" y de ser visto como "todo bueno" a los ojos de los demás, así como de ti mismo. Esta necesidad de ser "todo bueno" puede haber comenzado porque tus padres u otros cuidadores tenían expectativas poco razonables de ti y pueden haberte castigado severamente o abandonado cuando cometiste un error. Ahora puedes descubrir que eres igualmente crítico contigo mismo e igualmente implacable". El camino hacia el autoperdón: 1- Humanidad común y ganar auto-compasión. Kristin Neff, en su libro "Self-Compassion", afirma que "la autocompasión honra el hecho de que todos los seres humanos son falibles, que las decisiones equivocadas y los sentimientos de arrepentimiento son inevitables". La humanidad común es un sentido de interconexión que es fundamental para la autocompasión. Es reconocer que todos los seres humanos cometen errores, encuentran fracasos y experimentan dificultades en la vida. La autocompasión honra el hecho inevitable de que la vida conlleva sufrimiento para todos, sin excepción. Aunque esto puede parecer obvio, a menudo es fácil olvidarlo. Cuando examinas cualquier error o fracaso, puedes reconocer que, en algunas ocasiones, no elegiste conscientemente cometerlo y, cuando haces una elección consciente, el razonamiento detrás de tus acciones está coloreado por experiencias dolorosas anteriores o por cualquier circunstancia dura de la vida, como la pobreza, la historia familiar y los antecedentes culturales. Como escribió Kristin Neff en Autocompasión "Cuando empezamos a reconocer que somos un producto de innumerables factores, no necesitamos tomarnos nuestros 'fallos personales' de forma tan personal. Cuando reconocemos la intrincada red de causas y condiciones en la que todos estamos inmersos, podemos juzgarnos menos a nosotros mismos y a los demás". 2- Hacer que la gente se responsabilice de sus actos. A veces tememos que la gente sea responsable de sus actos. Pero tomarlo todo de forma tan personal nos causará dolor y acabaremos en un ciclo de autoculpabilización. Brene Brown, en su libro Los dones de las imperfecciones, escribió: "Vivimos en una cultura de la culpa: queremos saber de quién es la culpa y cómo van a pagar. En nuestro mundo personal, social y político, gritamos mucho y señalamos con el dedo, pero rara vez hacemos responsables a las personas. ¿Cómo podríamos hacerlo? Estamos tan agotados de despotricar que no tenemos energía para desarrollar consecuencias significativas y hacerlas cumplir". Nos resulta difícil entender que ser compasivo y aceptar a la vez que responsabilizar a otras personas de sus acciones puede ir de la mano, pero la verdad es que sí podemos, y de hecho es la mejor manera de hacerlo. Podemos enfrentarnos a alguien por su comportamiento, despedirle, disciplinar a un hijo sin reñirle ni menospreciarle. La clave es separar a las personas de sus comportamientos, abordar lo que hacen, no lo que son. También es importante que podamos aceptar la incomodidad que conlleva la compasión y los límites. Tenemos que evitar convencernos de que odiamos a alguien o de que se merece sentirse mal para sentirnos más cómodos haciéndole responsable, nos estamos preparando para el juego de la vergüenza y la culpa. Cuando no establecemos límites ni hacemos responsables a las personas, nos sentimos utilizados y maltratados. Por eso, a veces atacamos lo que son, lo cual es mucho más hiriente que abordar un comportamiento o una elección. 3- Encuentra el equilibrio entre asumir la responsabilidad y dejar que la gente rinda cuentas de sus comportamientos. Debemos aceptar la responsabilidad de nuestros propios errores y accidentes. A continuación, es necesario concentrarse en desarrollar una mayor tolerancia a nuestros errores y trabajar para fortalecer nuestra voluntad en tomar medidas correctivas. Establecer intenciones y practicar la valentía por encima de la comodidad. Somos personas dignas de auto-perdón. Siempre. Recuerda escuchar nuestro contenido en nuestro Podcast AQUÍ. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- Amor, estrés y felicidad.
Estamos en un momento de la historia donde parece que existe una obsesión por ser felices, como que hay atajos fáciles: “Disfruta con esto y conseguirás la felicidad rápidamente”. Pero la felicidad no es eso. La felicidad depende del sentido que cada uno de nosotros le damos a nuestra vida y en términos de la expresión biopsicosocial, es un estado transitorio relativo a condiciones que posibiliten el sentirnos personas reconocidas, humanizadas y protegidas. Pero ¿qué sucede? Que en una sociedad que ha perdido el sentido, en una sociedad que en muchas ocasiones ha perdido el rumbo, hemos sustituido el sentido de la vida por sensaciones. Esas sensaciones pueden ser masajes, comida, alcohol, sexo, bienes materiales, redes sociales… No digo que eso sea malo, pero es autodestructivo cuando sustituye el verdadero sentido de la vida. Cada vez se investiga más sobre este sentido de vida. Los japoneses lo denominan “Ikigai” y hoy en día se sabe que cuando existe ese “Ikigai”, ese sentido que uno le da a las cosas, uno puede tener mejor salud física y psicológica, incluso mejoran los marcadores cardiovasculares, pero también mejora eso que deseamos y muchos persiguen que es la felicidad. Cada quien hoy en el mundo, incluyéndonos a ti y a mí, estamos lidiando con algo en nuestra vida. Todos nosotros estamos sufriendo constantemente por algo: un tema económico, un tema de salud, un tema familiar, un tema profesional, un tema social, un tema político, un tema de relaciones, en fin, un tema humano… Siempre hay algo que nos preocupa, y esas batallas nos marcan. Y cómo lidiamos con esas batallas va a marcar eso que denominamos “felicidad”, porque la felicidad consiste en conectar con eso bueno que pasa cada día, y que lo malo que sucede cada día, esas batallas, lo sepamos gestionar de la mejor manera posible. Tiene un matiz con la plenitud. La plenitud es un estado donde yo noto que mis necesidades están cubiertas y entiendo que no tiene que ser perfecto para que algo sea suficiente. Por lo tanto, uno puede estar sufriendo mucho, pero puede a su vez reconocer que lo que hay en ese momento es en medio de todo, lo que debe estar, porque sabe conectar con lo pequeño y bueno que le va sucediendo cada día. Es decir, la felicidad está en conectar con las cosas pequeñas que van surgiendo en el día a día. Entonces voy a volver a lo que dije hace un momento y es que: La felicidad depende del sentido que cada uno de nosotros le damos a nuestra vida y en términos de la expresión biopsicosocial, es un estado transitorio relativo a condiciones que posibiliten el sentirnos personas reconocidas, humanizadas y protegidas. Y a qué me refiero con esto: pues que en los episodios de profunda tristeza, de profundo sufrimiento, de profunda violencia, normalmente sucede que no estamos siendo reconocidos, aceptados, respetados e integrados como sujetos dignos de valoración, de existencia y de ser cuidados. No se trata entonces de ser entendidos y encontrar un club de fans en todo lado, se trata de ser humanizados y dignificados a cada paso. El mejor antídoto al sufrimiento y al dolor entonces es el amor vuelto política de cuidado en nuestras relaciones. Es sentirse querido, es sentir que no estamos en soledad o abandono. Esa sensación de soledad no buscada, esa soledad involuntaria, es una sensación terrible para la psique, para la mente y para el corazón. Por eso, en muchas ocasiones cuando uno está solo, tener a alguien, a una persona “vitamina”, una persona que te apoye… Una persona que te escucha, que no te juzga, que te entiende, a la que le cuentas algo y automáticamente te hace sentirte mejor… Que da igual que haga un año que no la veas, que sabes que con esa persona las cosas son mucho más sencillas. Esa sencillez en las relaciones humanas que tanto ansiamos. ¿El amor a quién? Bueno, el amor a uno mismo. Eso es la autoestima. Quererse de forma sana. No quererse en exceso, que ahí entramos en el narcisismo, ni quererse poco, que entren los cuadros de inseguridad tan destructivos para la mente humana. Y eso tiene mucho que ver con la voz interior. Todos nosotros tenemos una voz interior que determina cómo va a ser nuestra autoestima y cómo nos vamos a tratar (voz que está y es alimentada por nuestras relaciones y biografía). Lo segundo es el amor de pares. El amor de pares llámese pareja o amistad íntima nos hace ser valientes. Ya lo decía Platón: “No existe nadie tan cobarde al que el amor no transforme en alguien valiente”. El amor de pareja o entre amigos que son tribu (para otros será la familia) es impresionante: cuando uno tiene ese amor, cuando uno se siente querido, esa sensación de confianza… Hasta mejora, sabemos hoy en día, el sistema inmune. Tienes mejor salud física y psicológica. El tercero es el amor a los demás: la cooperación, la solidaridad, a tus amigos, incluso a la gente de tu trabajo. Cuando uno está en armonía con las personas de su entorno es capaz de mitigar los efectos que el estrés puede producir en él. Si tú vives ansioso o preocupado por algo, un tema económico, pero te sientes querido, el estrés que eso te produce es mucho menor. Luego tenemos el amor a las creencias y a los ideales. “Las ideas se tienen, en las creencias se está”, decía Ortega y Gasset. Cuando crees en algo y amas tus creencias, tienes fuerza, tienes fortaleza y superas casi todo. Y, finalmente, el amor a los recuerdos. Yo creo que, quizá, de todos los amores es el que me parece más diferente y por eso siempre me encanta hablar de él. Hace unos años, Susumu Tonegawa, Premio Nobel de Medicina, descubrió que cuando una persona recuerda algo con intensidad, el recuerdo de esa imagen, que es placentera, activa los mismos mecanismos en el cerebro que cuando esto sucedía en la realidad. Esto es mágico. Cuando uno está angustiado… Para esto hay muchas técnicas de relajación. Cuando uno trabaja con MDR o con técnicas que ayudan a mejorar los estados de angustia, el traer a la mente imágenes placenteras, recuerdos de personas donde había amor, donde te sentías querido, donde te sentías agradecido, de repente produce efectos bioquímicos en el propio organismo. Por lo tanto, ese amor, cuando inunda nuestra mente, nuestro organismo, nos ayuda también a ser mejores con los demás, a convertirnos en personas que no juzgamos, que empatizamos, que somos cariñosos, que buscamos intereses comunes… Yo soy muy de decirle a la gente que busque intereses comunes con los demás, que pregunte a los demás cómo se siente y, cuando le ha preguntado cómo se siente, que recuerde esos datos, porque sentirnos escuchados y reconocidos desde lo cotidiano que nos hace vulnerables y a la vez valientes es tremendo, una curiosidad sana por supuesto, que se oriente a descubrir a esa persona ahí al frente con aparente rigidez o felicidad delante de mí en posición de jefe, paciente o familiar, está a su vez lidiando con una situación en casa o un síntoma en su cuerpo... Hoy en día vamos tan acelerados con nuestras preocupaciones y nuestros pensamientos que nos cuesta prestar atención a las preocupaciones de los demás. Por lo tanto, el amor, efectivamente, Yo creo que todos lo sabemos, pero el amor es uno de los mejores antídotos a los momentos malos. Recuerda entonces: "Cuando una persona recuerda algo con intensidad, el recuerdo de esa imagen, que es placentera, activa los mismos mecanismos en el cerebro que cuando sucede en la realidad". En este punto recuerdo algo en lo que ando trabajando últimamente, y es dejar de manera clara y en lenguaje claro, cómo es que afectan las emociones y los pensamientos al organismo y, por otro lado, qué nos sucede cuando nos preocupamos por algo constantemente; y de esto, te hablaré en el próximo episodio del Psicopodcast: Aprende de tu sentir. Recuerda escuchar nuestro contenido en nuestro Podcast AQUÍ. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- "Cultural Iceberg" e Inclusión.
El sábado pasado tuvimos nuestra segunda versión del encuentro de "Diálogos migratorios" con un grupo muy íntimo de participantes. Este encuentro se desarrolló desde una apuesta diferente a la de 2021, pues queríamos que fuera un espacio más "reflexivo". Para el 2023, vendrá todo un módulo de formación en diversos temas relacionados con la Migración y cómo trabajar vicencias como "duelo migratorio, estrés aculturativo, aculturación, etc.". El encuentro del sábado pasado tuvo como propósito hablar sobre herramientas de "Autoconocimiento para la migración", en donde buscamos revisar cuáles ideas nos alejan o acercan a la vivencia de un encuentro entre culturas sano, justo y empático. En ello, surgió el tema del Iceberg Cultural, y hoy te quiero invitar a pensar en este término. Hace más de 20 años, la taquillera película Titanic recreó la historia de la catástrofe marítima comercial más mortífera de la historia moderna en tiempos de paz. Tanto si has visto la película como si no, es probable que sepas cómo el barco que una vez se llamó "insumergible" encontró su destino mortal. Mientras la tripulación del Titanic se esforzaba por maniobrar alrededor de un iceberg que divisaron delante, el barco colisionó con lo que no podían ver: el peligroso hielo que sobresalía justo debajo de la superficie. Veinte años antes de esto, Edward T. Hall desarrolló su versión de la formación de hielo y la llamó el Iceberg Cultural. Este modelo se ha utilizado para ayudar a todo el mundo, desde los estudiantes en el extranjero hasta los voluntarios de los Cuerpos de Paz, a entender y comprometerse con culturas ajenas a la suya. Por encima de la superficie del agua están las numerosas características observables de un grupo que vemos con nuestros ojos, como la comida, los bailes, las artes, etc. La realidad, sin embargo, es que éstas no son más que una manifestación externa de los componentes más profundos y amplios de la cultura: las ideas complejas y las preferencias y prioridades profundamente arraigadas, conocidas como actitudes y valores fundamentales, que se encuentran muy por debajo de la "línea de flotación". Lo que hay debajo: Estos valores fundamentales son principalmente ideas aprendidas sobre lo que es bueno, correcto, deseable y aceptable, así como lo que es malo, incorrecto, indeseable e inaceptable. En muchos casos, los distintos grupos culturales comparten valores fundamentales similares (como la "honestidad", el "respeto" o la "familia"), pero a menudo se interpretan de forma diferente en distintas situaciones y se incorporan de manera única a nuestra vida cotidiana. Los valores fundamentales se transmiten de generación en generación por numerosos factores que nos rodean e influyen en nosotros. Estos factores formativos son fuerzas poderosas que nos guían y nos enseñan a lo largo de nuestra vida. Las cosas que nos enseñan nuestros educadores y padres/madres/cuidadores, las opiniones e ideas que vemos y oímos en los medios de comunicación, la forma en que las leyes y las normas sociales estructuran nuestro mundo: todas estas cosas (y muchas más) nos moldean a nosotros y a nuestros valores culturales. Lo que llega a la superficie: En última instancia, nuestras interpretaciones de nuestros valores fundamentales se hacen visibles para el observador casual en forma de comportamientos observables, como las palabras que utilizamos, la forma en que actuamos, las leyes que promulgamos y la forma en que nos comunicamos entre nosotros. Así que, como un iceberg, hay cosas que podemos ver y describir fácilmente. Pero también hay muchas ideas profundamente arraigadas que sólo podemos comprender analizando los valores, estudiando los factores formativos y, en muchos casos, reflexionando sobre nuestros propios valores fundamentales. Cómo el iceberg cultural nos guía hacia la inclusión: Es probable que Hall no tuviera la intención de unir dos palabras que suelen incomodarnos un poco. Pero, al igual que la tripulación del Titanic, en el mundo profesional tendemos a no entender nuestros propios icebergs culturales. Sin saber navegar por nuestra propia cultura y la de los demás, tendemos a chocar ciegamente con los comportamientos y valores culturales de los demás. Sin esta comprensión, podemos sabotear incluso nuestros mejores esfuerzos por ser inclusivos. Lo vemos una y otra vez en ejemplos como cuando una campaña publicitaria se apropia de una determinada cultura, o un director de contratación rechaza la actuación de un candidato con talento en una entrevista basándose en su propia y estrecha perspectiva cultural. Pero en los últimos años, las conversaciones incómodas y valientes sobre la raza, la religión, la etnia, el género y toda una serie de diferencias culturales no han hecho más que aumentar, y seguirán floreciendo en el futuro. Aquí es donde una mentalidad intercultural se convertirá en un imperativo para mover la aguja de la diversidad y la inclusión. En un contexto empresarial, esto significa comprender las similitudes y las diferencias presentes en nuestros equipos, en nuestras organizaciones y en nuestra base de clientes. Requiere comprender nuestras propias lentes, y también adoptar otras lentes para ampliar el abanico de alternativas que tenemos ante nosotros. De este modo, podemos prever dónde es probable que haya tensiones y dónde hay oportunidades de sinergia de conexión cultural. Los entornos diversos e inclusivos no pueden sobrevivir sin explorar lo que hay por encima o por debajo de la superficie de los icebergs culturales propios y ajenos. La construcción de la competencia intercultural es un viaje que realmente nunca termina, pero podemos hacer progresos sustanciales y aumentar notablemente las habilidades y mejorar los resultados si nos acercamos al iceberg cultural en lugar de maniobrar alrededor de él. El encuentro del sábado pasado nos dejó esta y más reflexiones. Los espacios de terapia grupal están siendo muy enriquecedores y llenos de ideas sencillas para afrontar temas emocionales difíciles. Te esperamos llenas de emoción para el próximo encuentro en donde hablaremos sobre las verdades de la Autoestima y la Autoconfianza, dos herramientas infaltables en nuestro ser en pareja, familia, sexual, biológico, cultural, profesional, ocupacional, migrante y emprendedor. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- Integración cultural.
“Todas las grandes transformaciones suceden cuando emigramos de quienes creíamos ser” Carolina Leguizamón M. La migración es un acontecimiento impactante en la vida social y personal que influye profundamente en la psique de los seres humanos y nuestras estructuras familiares y globales, y esto implica profundos riesgos y posibilidades para los procesos de desarrollo social, personal y colectivo. La migración supone el "movimiento de personas fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea a través de una frontera internacional o dentro de un país". (OIM, 2020), por lo que es un fenómeno complejo en términos sociales, políticos, culturales, económicos, raciales, geográficos, identitarios, físicos, mentales, emocionales y afectivos. Por favor: NO LO REDUZCAS, NO GENERALICES, NO TE COMPARES. Derivado de este proceso, se encuentran experiencias como el estrés aculturativo, el choque cultural y la integración. Cada término hace referencia a una experiencia de deconstrucción y construcción constante de identidad en el que es necesario contar con herramientas de resiliencia y contención biopsicosocial para aprovechar y optimizar el potencial de la experiencia migratoria para las personas y las sociedades. De estos procesos hemos hablado en diferentes momentos en los espacios grupales que entablamos con otras organizaciones y en nuestros espacios privados. Específicamente quiero referirme hoy al concepto de integración en el contexto de la migración. La integración supone un proceso bidireccional de adaptación y reconocimiento mutua entre quienes inmigran y las sociedades en las que viven, por el cual las personas se incorporan a la vida social, económica, cultural y política de la comunidad receptora. Ello conlleva una serie de responsabilidades conjuntas para las comunidades y comprende otras nociones conexas como la inclusión y la cohesión social. Me han preguntado algunas personas interesadas en iniciar una experiencia migratoria cómo podrían "prepararse" para integrarse culturalmente de una manera menos conflictiva; y aunque este proceso es relativo a cada historia y contexto geográfico, sugiero considerar estos niveles: Preparación: de mínimos vitales antes, durante y después de un proceso migratorio. Sentido de vida: Por qué quiero estar acá, cómo quiero estar acá y ante todo PARA QUÉ QUIERO ESTAR ACÁ. Atención a mi vida: Qué siento, qué pienso y qué quiero, y ante todo CÓMO LO QUIERO Y NECESITO. Adaptación: Manejar mínimos vitales de vida (Derechos en salud, red de servicios, derechos migratorios, datos de emergencia, mis papeles al día, redes de apoyo migratorio, inicio en la lengua, apoyo económico…). Integración: Reconocer mi semáforo vital CUERPO-MENTE-EMOCIONES y actuar en consecuencia. Participación activa, efectiva y comprometida en mi ser laboral, social, cultural, emotivo, económico, humano, físico, idiomático, familiar y personal. En nuestro próximo encuentro grupal el 13 de Agosto, hablaremos de la diferencia entre integración funcional e integración vital en nuestro taller de Diálogos Migratorios. Te esperamos. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- Trauma colectivo y pospandemia.
Nunca habíamos estado tan solos(as) juntos(as), ni tan juntos(as) mientras estábamos vulnerables. Lo vivido en el marco de la pandemia por coronavirus ya había creado las condiciones para un trauma colectivo extraordinario. Luego (o de manera paralela), el terrible horror de algunos eventos sociales como el asesinato de líderes y lideresas sociales en Colombia y países centroamericanos, la guerra en Ucrania y la escalada de violencia en algunos países de Europa en los últimos meses, asestó a la psique colectiva. ¿Cómo soportar estas dos catástrofes, una que agrava la otra, cómo no sucumbir al miedo, la hostilidad o el abatimiento? Hoy te comparto una nota muy personal, a propóstio de los contextos laborales en los que me muevo. Hace unas semanas tuve una conversación con una colega cercana en Ucrania. "¿Qué le está pasando a mi país?", me dijo por teléfono, con la voz quebrada por la agonía. Creció cerca de algunos de los principales lugares protagonistas de la tragedia de los últimos 100 días en ese país. No estaba planteando una pregunta; en ese momento, cualquier respuesta, por muy bien intencionada que fuera, habría sido inadecuada. Necesitaba expresar su dolor, que ese dolor fuera presenciado y recibido. En todo el país y en todo el mundo, mientras tratamos de evitar estar traumatizados(as) por trágicos momentos propios de la humanidad, debemos entender que el trauma no es lo mismo que sufrir un trastorno emocional, dolor, miedo, pena, rabia o pánico, no si podemos atravesar esas emociones, encontrar formas de liberarlas para volver a un sentido pleno y presente de nosotros(as) mismos(as). Sólo estamos traumatizados(as) cuando nos sentimos más constreñidos(as) de lo que estábamos antes del acontecimiento que indujo las emociones estresantes: cuando seguimos con temor después de que la amenaza haya pasado, a la defensiva o agresivos(as) en ausencia de peligro presente, con dolor crónico cuando nada en el momento nos está "tocando". La experiencia del duelo genuino protege del trauma. En las primeras semanas de la pandemia de COVID-19 yo misma me encontré en un estado de negación parcial. "¿Por qué hacen tanto alboroto?" pensé. "No es peor que la gripe". Sí, sonaba un poco como el entonces presidente de Estados Unidos que había elevado la negación a riesgo del peligroso absurdo. Pero con el tiempo, empecé a notar una pesadez en el pecho, una tensión constante. Me pregunté a qué se debía. "Tal y como están las cosas, personalmente estoy entre los menos incomodadas por las restricciones sociales", me decía. Mi única agenda para esos meses era procurar seguir apoyando con Ella Migra a tantas personas en los espacios pagos y gratuitos, y dejar en pausa tantos otros proyectos y claro, tratar de mantener el vínculo sagrado con quienes amo. En ese sentido, el encierro fue un regalo del cielo, una medida disciplinaria no solicitada pero útil que me impuso el destino. Entonces, ¿por qué la tensión? Pronto reconocí que me estaba tensando para defenderme de la apertura al dolor. Algo en mí comprendía y se resistía a aceptar que, para bien o para mal, estaba perdiendo algo. Todos(as) estábamos perdiendo algo: una sensación de seguridad a la que, aunque sea ilusoria en el mejor de los casos, todas las personas nos aferramos; una sensación de normalidad que, por muy precaria que sea, nos mantiene en un mundo que nos parece familiar y en el que sentimos que sabemos cómo ser; una sensación de nosotros(as) mismos(as). Cuando finalmente permití y reconocí el dolor y encaré lo mejor que pude la realidad de la pérdida, la tensión disminuyó. Sentarse con el dolor es necesario, pero este proceso, siempre difícil, lo es aún más por nuestra situación actual. El tacto es esencial para los seres humanos; es la forma más elemental de conectar. En momentos de duelo, la costumbre humana universal es reunirse, llorar juntos(as), abrazarse, participar en el llanto, la oración, el ritual, comer juntos(as), apoyarse mutuamente en la absorción de la pérdida. El virus ha inhibido y limitado las dimensiones físicas del duelo. Al igual que lo que ocurre en Ucrania y las macabras muertes de líderes y lideresas sociales en Colombia; se cobra sus víctimas sin previo aviso, una a una, en aislamiento, sin el consuelo de los seres queridos para aliviar y apoyar el fallecimiento. Tras la muerte, los(as) dolientes no pueden consolarse físicamente unos(as) a otros(as). Incluso los funerales tienen lugar en una soledad espeluznante. Uno de nuestros retos para evitar el trauma es hacer el duelo en juntanza. Pero en muchos casos se debe vivir en soledad o lejos del cuerpo que duelar, y entonces allí la gente está encontrando bellas maneras de hacerlo, tanto en Colombia y Ucrania como en todo el mundo. Estas muestras de duelo colectivo nos recuerdan que no tenemos por qué estar traumatizados(as) -es decir, constreñidos(as)- por los acontecimientos dolorosos y temerosos que ahora nos envuelven. Podemos crecer a partir de ellos. No es demasiado pronto para empezar a preguntarse cuáles pueden ser las lecciones de las catástrofes de hoy. Una verdad evidente que se revela es la unidad de toda la vida y, en particular, de toda la vida humana. ¿Podremos seguir negándola, seguiremos siendo ajenos(as) a ella cuando todo esto termine, si es que alguna vez termina del todo (las guerras, la maldad humana)? La pandemia de coronavirus y los asesinatos a líderes y lideresas, tanto como las guerras (invasiones) actuales, han puesto de manifiesto la forma en que esta verdad se oscurece con demasiada frecuencia en nuestra cultura, recordándonos las fracturas sociales que hemos ignorado durante demasiado tiempo. En todo el mundo, los(as) más vulnerables y los(as) más oprimidos(as) y marginados(as) sucumben de forma desproporcionada al virus y las violencias. Hay que experimentar el dolor, hay que sacar lecciones de ambas tragedias. Si no lo hacemos, el resultado será un trauma. En la segunda temporada del Psicopodcast, abarcaré a profundidad el vínculo entre la experiencia del trauma y las adicciones. No te pierdas todo el contenido de la primera temporada. Invitación: Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. El próximo Sábado 11 de Junio de 2022 hay encuentro. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- Libérate del trauma.
SALUDO PRELIMINAR. Esta nota merece muchas más conversaciones. Y mientras que esas conversaciones nos encuentran en un espacio de psicoterapia o en nuestros encuentros grupales de terapia grupal, te pido que leas esta nota en compañía de una bebida y me dejes saber tus percepciones. Cuídate en el proceso de leerla. En estos días una consultante me pregunto: "Se habla mucho de traumas y se trivializa en redes el uso de la palabra y me hace sentir como que mi adicción es un problema de voluntad, de no tener disciplina ni foco en la vida; entonces Carolina ¿Cuál es tu definición de trauma?" Es importante definir este término porque la gente utiliza la palabra como "dios" y quién sabe lo que alguien quiere decir cuando dice "dios". Puede ser una figura punitiva y dictatorial con barba blanca y otra persona puede referirse a la esencia del amor puro en el mundo. El origen de la palabra "trauma" es la palabra griega que significa "herida". El trauma es una herida. Si te hiriera, si cortara tu carne, la curación implicaría la formación de tejido cicatrizal. Si la herida fuera lo suficientemente grande te quedaría una gran cicatriz que no tendría terminaciones nerviosas, por lo que no sentirías, y sería mucho menos flexible que tu tejido normal. El traumatismo se produce cuando se pierde la sensibilidad y se reduce la flexibilidad para responder al mundo. Es una respuesta a una herida. El trauma es una herida psíquica que te endurece psicológicamente y que luego interfiere con tu capacidad de crecer y desarrollarte. Te duele y ahora actúas por dolor. Te induce al miedo y ahora actúas por miedo. Así que, sin saberlo, toda tu vida está regulada por el miedo y el dolor de los que intentas escapar de diversas maneras. El trauma no es lo que te sucede, es lo que sucede dentro de ti como resultado de lo que te sucedió. El trauma es esa cicatriz que te hace menos flexible, más rígido(a), menos sensible y más defendido(a). Y es que con toda la luz que intento yo también sembrar en el mundo y reconciliar en mí como psicoterapeuta y mujer, tengo que poner en caracteres legibles lo siguiente: vivimos en una sociedad muy traumatizada. Si nos fijamos en los índices de traumas manifiestos, como el abuso sexual en la infancia, la negligencia emocional, el estrés en las familias que traumatiza a los(as) niños(as)... está muy extendido. Muy pocas personas crecen realmente sin traumas en esta cultura. Especialmente con el aumento del estrés en las personas y el florecimiento de la soledad, por lo que cuando sufren, están solos(as) con su sufrimiento. Esta es una sociedad muy estresada y traumatizada. Y eso no se puede separar de los factores socioeconómicos, patriarcales y culturales. Con el neoliberalismo y la pérdida de empleos significativos y seguros, la austeridad y la pérdida de comunidades, no sólo hay más personas estresadas y traumatizadas, sino que también son menos resilientes, porque la resiliencia requiere conexión y apoyo comunitario. Volviendo a mi consultante, luego de escucharme parte de lo anterior, me dijo: Si es así, ¿Cómo crees que la mayoría de la gente entiende el trauma y cómo te gustaría que eso cambiara? Y me quedé pensando con los días en esa conversación y creo que, bueno, en primer lugar no entendemos el trauma. Lo vemos como un tsunami o un bombardeo. Esos son ciertamente eventos traumáticos, pero así es como la mayoría de la gente piensa en el trauma: como algo horrendo que sucede. No lo ven como una herida psíquica interna que limita nuestra capacidad de vivir plenamente, que es lo que realmente es el trauma. Peor aún, muchas profesiones de la salud como la medicina, la enfermería o la psiquiatría, no abordan el trauma más que desde un lugar medicalizado sin relación psicofísica ni psicosocial. Puede que oigan hablar de traumas físicos, pero no oirán hablar de traumas psíquicos/psicosociales, excepto en el estrecho campo del trastorno de estrés postraumático del que algunos psiquiatras sí aprenden. Y a eso hay que sumarle algo: El sistema jurídico no sabe nada de traumas. Así que cuando todas estas personas con experiencias traumáticas se presentan ante los jueces y abogados, que están ahí porque fueron traumatizadas, que ahora se drogan o viven con conductas violentas y actúan de acuerdo con su trauma, simplemente se les castiga, en lugar de que el sistema entienda que se trata de personas realmente heridas. Podrían rehabilitarse si recibieran el apoyo adecuado. El sistema legal no lo entiende, el sistema médico no lo entiende, el sistema educativo no lo entiende, los políticos no lo entienden. Es un problema enorme. Y mientras que no seamos formados(as) en sociedad en comprensión y abordaje del trauma desde esta perspectiva que hoy comparto, y por supuesto con los conocimientos médicos y psicosociales pertinentes, nos queda una gran tarea subjetiva de conectarnos con nosotros(as) mismos(as). Cuando hablo de la conexión con uno(a) mismo(a), me refiero a algo muy sencillo: Es la capacidad de un organismo de saber lo que siente y poder responder con emociones adecuadas al momento presente. Sin esa capacidad, no se puede sobrevivir. Si un animal no tiene conexión consigo mismo(a) y no sabe lo que siente, no puede responder a las amenazas: estará muerto. Lo mismo ocurre con los seres humanos en la evolución. Cuando hablo de estar conectados(as) con nosotros(as) mismos(as) me refiero a saber realmente lo que sentimos y experimentamos en un momento dado y ser capaces de interpretarlo adecuadamente. Sin esa capacidad estamos perdidos(as). Nacimos con esa capacidad: nunca se ha conocido a un(a) bebé que no esté conectado(a) con su instinto. Cuando hablo con personas adultas en consulta privada, encuentro a muchas personas que, aunque tengan sus sentimientos viscerales, los ignoran. Algo ocurre entre la infancia y la edad adulta que nos desconecta. Se trata de nuestra necesidad de aceptación por parte de nuestro entorno. Si el entorno no puede apoyar los sentimientos viscerales y las emociones, entonces el niño y la niña para "pertenecer" y "encajar" suprimirán automáticamente, sin saberlo e inconscientemente, sus emociones y sus conexiones consigo mismo(a) en aras de permanecer conectado al entorno nutritivo sin el cual el niño y la niña no puede sobrevivir. Muchos niños(as) se encuentran en este dilema: "¿puedo sentir y expresar lo que siento o tengo que reprimirlo para ser aceptable, para ser un buen chico o una buena chica?". Además, si los propios padres y madres no están en contacto con sus sentimientos no pueden tolerar los sentimientos del niño y la niña porque los amenazan. El padre/madre reacciona contra el niño(a) por tener rabia, y el niño(a) aprende que "no debo expresar lo que siento, porque tengo que pertenecer a mis padres/madres". Si no lo hago, ¿quién me protegerá y me cuidará? Automáticamente nos desconectamos de nosotros(as) mismos(as) para que nos sigan cuidando. Es una elección trágica. Ni siquiera es una elección: el niño y la niña no es consciente de estar eligiendo. Es un proceso automático. Cuando llegamos a la edad adulta de repente decimos "no sé quién soy". Especialmente las personas de mediana edad se dan cuenta de que han estado viviendo vidas que no eran suyas en absoluto. Lo hicieron todo porque se desconectaron. En este sentido, creo que muchos de nuestros "trastornos mentales" se originan como un mecanismo de afrontamiento para poder vivir y sobrevivir cuantas veces sea necesario a los efectos de nuestras relaciones. Y es que encontrarte con el dolor y verte en dolor, es tremendamente doloroso. Porque la experiencia de estar en dolor mina nuestro autoestima; y es que una cosa es experimentar dolor, frente a lo cual desarrollamos experticia en evadirlo por décadas incluso, y otra cosa es verse y saberse en dolor y sufrimiento. Todas estas cosas que cargamos pueden ser desagradables, aterradoras... por mucho que nos juzguemos a nosotros(as) mismos(as) por tener estas cuestiones, si nos acercamos a nosotros(as) mismos(as) con cierta curiosidad genuina sobre lo que se trata y con algo de compasión, puede ser tremendamente liberador. Así que si me estás leyendo y has empezado a hacerlo, continúa con ello. Y hay muchos caminos, entre ellos los espacios que tenemos para ti en Ella Migra. Además, honra a tu cuerpo. Asegúrate de comer bien y de salir a la naturaleza y hacer ejercicio. Haz trabajos corporales como el yoga, las artes marciales o cualquier otra cosa. Alinea tu psique con tu cuerpo y conoce a ambos. También por supuesto y cuanto aún más importante que lo anterior, te invito a examinar tus relaciones: ¿En qué medida complaces a la gente? ¿En qué medida eres amable con la gente sin importar cómo te sientas? ¿Hasta qué punto te haces cargo de los problemas de los demás e ignoras los tuyos? ¿En qué medida te conoces a ti mismo(a)? ¿En qué medida no dices que no cuando quieres decir "no" pero tienes miedo de hacerlo? En Ella Migra buscamos aprender en equipo herramientas biopsicosociales para sanar, para gestionar nuestras emociones y para liberarnos de la culpa aprendida. Te pido que sigas en conexión con la resiliencia y empatía y por supuesto, con nuestros espacios. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- El erotismo y el autocuidado.
En el segundo encuentro de nuestro espacio grupal del programa "Emociónate" hablamos de amor inteligente e inteligencia erótica. Y a propósito de lo que conversmaos en ese espacio y de mi trabajo de consulta privada con cientos de mujeres y algunas parejas, he encontrado que es esencial que hablemos del vínculo entre erotismo y autocuidado. Empecemos con claridad en algo: Es importante asumir la responsabilidad de nuestro deseo. ¿Por qué? Porque el deseo es una expresión de nuestra capcidad de elección en medio de las diferentes circunstancias. Nadie puede obligarnos a desear, a hacer algo talvez, pero no a desear. Así que si es nuestro, también es nuestra responsabilidad activarlo. La libertad siempre viene acompañada de responsabilidad. Podemos activarnos y podemos apagarnos. Podemos tener pensamientos que nos cierren al instante y pensamientos que nos mantengan en apertura a la posibilidad y a la curiosidad. Podemos animarnos y podemos adormecernos. El erotismo surge de la tensión entre la excitación y la inhibición y se manifiesta en las cosas que decimos y hacemos, en cómo actuamos y en cómo pensamos. Tendemos a pensar en el erotismo como un estado sexual compartido por dos o más personas, pero en realidad, comienza con lo que pasa en mi interior según las condiciones que me rodeen. Y requiere práctica. ¿Qué es el erotismo? El erotismo no es sexo; es la sexualidad transformada por la imaginación humana. Son los pensamientos, los sueños, las anticipaciones, los impulsos rebeldes e incluso los recuerdos dolorosos que conforman nuestros vastos paisajes eróticos. Se nutre de toda nuestra experiencia humana, de las experiencias de tacto, juego o trauma de la primera infancia, que luego se convierten en las piedras angulares de nuestra vida erótica. Sabemos que incluso las cosas que nos dan más placer pueden provenir de las fuentes más dolorosas. El erotismo no es cómodo y limpio. Revela luchas internas, tensiones emocionales, una mezcla de excitación y ansiedad. De hecho en consulta individual de psicoterapia, encuentro a menudo cómo a los traumas más primarios de nuestra experiencia infantil, les gusta camuflarse en nuestra adultez de deseos y elecciones con respecto a la vivencia de nuestra sexualidad en su más amplia expresión y con eso vienen muchas dificultades de vínculo, creación y permanencia en relaciones. ¿Cómo accedemos a él? A menudo hablo de cómo las parejas que están plagadas de aburrimiento sexual se encuentran ahí por una falta de vulnerabilidad con sus parejas (recuerda la nota que hice de este tema). Dan prioridad a la práctica sobre la exploración de los deseos ocultos que les excitan. Lo mismo puede decirse del individuo. Cuando estamos en soledad, la mayoría de las veces sabemos qué es lo que hace "el trabajo". El porno. Juguetes. Una intensa concentración en un punto dulce específico seguida de un rápido final. Pero para experimentar realmente los beneficios del erotismo, no se puede tratar como un trabajo. Entonces, ¿Tenemos miedo de lo que puede ocurrir cuando bajamos el ritmo y pasamos realmente un tiempo de calidad con nuestra propia presencia? Ahora más que nunca, somos nuestros propios panópticos, experimentando el control social desde dentro. Nos medimos y juzgamos, y a veces experimentamos nuestro cuerpo como una prisión en lugar de un castillo lleno de habitaciones para explorar con calma. Y si nos cuesta estar dentro de nuestro cuerpo, ¿por qué íbamos a dedicar tiempo a explorarlo? O, para el caso, ¿cómo podríamos sentirnos en seguridad para invitar a otra persona a entrar? No me refiero sólo a la penetración. Hablo de entrar en nuestra persona, en nuestros sueños, en lo que somos, en nuestro corazón y nuestra alma. Muchos de nosotros(as) somos tan autocríticos que olvidamos estas maravillas internas. El autocuidado erótico comienza con la disminución de nuestra crítica interna y con darnos simplemente el permiso de sentirnos hermosos, de disfrutar de nuestra propia compañía, de ser más compasivos(as) y realistas con nosotros(as) mismos(as) sin vacilar entre el exceso y la represión. Estoy pensando en las muchas personas que han descrito el uso de sus dedos para pasar por encima de la multitud de posibilidades -más guardadas en la fantasía que en la realidad- cuando esos mismos dedos podrían usarse para darse placer a sí mismos(as). Me apago cuando... Incorporar el erotismo a un plan de autocuidado consiste básicamente en aflojar la soga de un mandato cultural muy desarrollado sobre el autocontrol y trabajar en Psicoterapia el patrón de nuestros traumas, de modo que podamos explorar lo que aporta vivacidad y vitalidad a nuestras vidas. Ya sea que busquemos explorar el erotismo por nuestra cuenta o con una pareja, siempre comienza en la fuente: nuestro yo y el yo alimentado de relaciones significativas. Basándome en el trabajo de la terapeuta Gina Ogden, me gusta pedir a las personas en consulta que completen esta frase: "Me desconecto cuando..." Las respuestas son infinitas. "Me desconecto cuando... miro el correo electrónico antes de acostarme; cuando me preocupo por los niños; cuando me estreso por el trabajo o por el estado de mis finanzas; cuando como en exceso o no hago ejercicio". Observa que, en esta lista, hay muy poco que sea específicamente sexual. Lo que nos apaga son las cosas que nos quitan la energía y la vivacidad. Me enciendo cuando... Lo mismo ocurre a la inversa. Cuando pido a la gente que complete la frase "me enciendo cuando....", las respuestas suelen tener que ver con dedicar tiempo al cuidado personal: ir a la naturaleza, bailar, mimarse, conectar con el cuerpo y la sensualidad, nutrirse. Nos excitamos cuando nos llenamos de energía, cuando estamos encarnados y concentrados, no en un objetivo concreto, como tener un orgasmo, sino en el momento presente. Quizá sea la sensación de un cuadradito de chocolate negro derritiéndose en nuestra lengua. O el momento en que, en la ducha, empezamos a notar el agua caliente en la nuca, las axilas y el pecho. Hay muchas partes de nuestro cuerpo que nunca pensamos en lavar, revisar o tocar. A veces ignoramos estas partes de nosotros(as) porque, en algún momento, empezamos a cerrarlas. Tal vez nos hirieron profundamente y no confiamos en nosotros(as) mismos(as) para abrirnos de nuevo. Tal vez sentimos que ya no merecemos ser atractivos(as) porque ya no tenemos el cuerpo en forma o la cabeza llena de pelo que teníamos antes. O tal vez la enfermedad nos ha transformado, nos ha confiscado los pechos, el útero, los testículos u otra parte de nosotros(as) que nos hace sentir poco sexy o poco atractiva. A veces estamos de luto o nos sentimos culpables, como si no mereciéramos ser sensuales o despertarnos porque acabamos de perder a alguien. A veces simplemente estamos molestos(as). Desde las tensiones del día a día, pasando por los resentimientos, hasta las heridas más profundas, hay muchas razones para que las personas se sientan fuera de contacto con su yo erótico. A menudo, cerrarnos se siente como lo único que podemos controlar. Incorporar el erotismo a nuestros planes de autocuidado puede alterar nuestra relación con el control y transformar nuestro estado de ánimo. Se trata de procurar la receptividad, disposición, apertura. Estos son verbos muy importantes en el ámbito de lo erótico. No se trata de decir sí o no a todo; se trata de estar en disposición a explorar. Cuando nos cerramos durante un periodo prolongado, no nos sentimos abiertos(as) ni receptivos(as). Queremos que los demás nos hagan desear, pero eso no funciona tan bien, ¿recuerdas? Querer es algo que nos pertenece por completo. Nadie puede hacernos desear, excepto nosotros(as) mismos(as). El deseo y la autoestima van de la mano. Para desear, necesitamos sentirnos merecedores(as), una idea que Susan Rubin Suleiman exploró en su libro "El cuerpo femenino en la cultura occidental". Lamentablemente, con demasiada frecuencia, cuando no nos sentimos atractivos(as), no podemos imaginar que otra persona nos vea con ojos diferentes a los que nos vemos nosotros(as) mismos(as). Y ciertamente no sentimos que merezcamos su toque sensual o el nuestro, para el caso. Esta es una de las formas en que habla el autorrechazo. Quiero animarnos a cambiar el guión: Me merezco un descanso. Me merezco dejar de trabajar. Merezco tumbarme. Merezco sentirme bien. En esa sana sensación de derecho, no producimos nada; no hay nada que medir. Es un interludio radiante, una decisión de notar aquello a lo que generalmente no prestamos atención, de abrirnos a recibir y responder. Ampliar el reino de los sentidos: Cuando ampliamos el ámbito de los sentidos, invitamos al mundo a entrar. Me encanta hacer las siguientes preguntas a la gente. Respóndelas tú: ¿Cuál es tu temperatura favorita del agua? ¿Cuál es tu temperatura favorita en general en el exterior? ¿Cómo respondes al sol, al viento, al aire? ¿Eres consciente de lo que toca tu piel, de lo que te rodea? Cuando te lavas, ¿cuál es tu relación con el cuerpo que estás lavando? ¿Disfrutas tocándote? Y no me refiero sólo a los genitales, sino a complacerte y tranquilizarte. Cuando bebes café o té, ¿te limitas a engullir o a saborear? ¿Eres consciente de tus experiencias de forma sensorial, sensual y física? ¿Cuál es el sentido con el que más haces el amor? ¿Qué sentido apenas notas o utilizas? Incorporar el erotismo a tu plan de autocuidado. Hay muchas maneras de incorporar el erotismo a nuestro plan de autocuidado, desde la integración de diferentes tipos de tacto -energético, cariñoso, sexual y erótico- hasta la exploración del masaje, las caricias, las cosquillas y los juegos pervertidos. Jaiya, una trabajadora corporal sexóloga que se he leído en alguna ocasión, explica las fases del tacto, empezando por el rondar hasta la curación y más allá. También recomiendo la serie de Chen Lizra "Inteligencia somática", en la que enseña Sabrosura, que tiene sus raíces en el arte cubano de la seducción. Lizra enseña la confianza, la conciencia del cuerpo y cómo mantener la tensión a través del movimiento de la actitud. Prueba esto: deja que tus dedos rueden desde el codo hasta la muñeca de la forma más lenta que puedas. Luego ve aún más despacio. Para mí ha sido personalmente, el habitar mis recuerdos, el escribir, el saborear, el aprender algo nuevo, el comer con los sentidos, el explorar algo nuevo cada día. Es una conexión placentera y sensual que nos recuerda que vale la pena vivir la vida, incluso cuando nos duele o nos cuesta. Estar en nuestro cuerpo no tiene que ver con el rendimiento o los resultados. Se trata de volver a casa. Si queremos ser capaces de conectar mejor con nuestro cuerpo, debemos invitarnos a explorar diferentes experiencias en torno a nuestros sentidos, y en torno a nuestra sensualidad. Hacerse amigo(a) de nuestro cuerpo y hacer las paces con él es el comienzo de una de las mejores relaciones que podemos tener: la relación con nosotros(as) mismos(as). Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta
- Mi hambre emocional: Cómo entenderla.
Muchas personas, especialmente mujeres que llegan a mi consulta, se encuentran cuestionando cómo sus emociones regulan su relación con el entregar y tomar de la vida y que se ve reflejado en su autoconcepto, autoestima y patrones de alimentación. Hablar de hambre emocional es hablar de los afectos y sentimientos que mueven, definen, limitan y regulan nuestras decisiones, resultados y prácticas de vida cotidiana. No tiene nada que ver con los contenidos ligeros en redes sociales que, con grandes sesgos e irresponsabilidad, venden "rutinas saludables". El hambre emocional habla de cómo nos relacionamos o no con nuestras emociones y de cómo nos hacemos cargo o no de nuestros deseos, necesidades y miedos. No te pierdas las otras notas del Psicoblog sobre este tema y las entrevistas en mi canal de Instagram. Hoy te invito a que aclares ciertos conceptos y hagas un ejercicio de reflexión: 1. ¿Tengo hambre o apetito? Es importante conocer que el apetito es selectivo, suele aparecer de forma repentina, a veces urgente, causado generalmente por un sentimiento emocional. El deseo de la comida en este caso es específico: te apetece un alimento en concreto, ese trozo de chocolate exquisito que viste el día anterior... Al terminar de comer la sensación de plenitud no aparece, no basta con lo que has comido. Tu cerebro te pide más y más… Al poco tiempo de terminar comienzas a sentir una sensación de culpabilidad o tristeza por haber comido algo que no era "lo que se supone deberías comer". El apetito consiste en un ciclo: se anticipa el placer, se busca y finalmente se obtiene el resultado, el cual no satisface nuestras necesidades fisiológicas ni energéticas. A diferencia del apetito, el hambre responde a una necesidad fisiológica de nuestro organismo; expresa un deseo y unas ganas de comer cualquier alimento. Cuando nuestro cuerpo tiene hambre y no saciamos esa necesidad, el organismo comienza a consumir glucógeno (molécula de almacenaje de energía), descomponiéndola en glucosa (fuente de energía). Parte de esta energía es mandada a nuestro cerebro, músculos y células sanguíneas. Cuando experimentamos hambre es posible que sintamos mareos, dolor de cabeza, dolor de estómago, cansancio, debilidad, sueño, fatiga, mal humor y, en casos extremos, desmayo. No tiene que pasar un tiempo muy prolongado para percibir la sensación de hambre, ya que nuestro cuerpo necesita nutrientes de forma constante. El hambre fisiológica no corresponde a un estímulo emocional, ni a un impulso, no aparece de manera repentina por un estado de estrés o ansiedad y no es específico de un determinado grupo de alimentos: es una necesidad básica de nuestro cuerpo que ha de ser resuelta. El hambre y el apetito son, por tanto, dos conceptos distintos, a pesar de que muchas veces se utilizan de la misma manera. Mientras que el hambre es ese instinto de supervivencia que impulsa a alimentarnos cuando el organismo lo requiere, el apetito es la sensación de comer influenciada por aspectos emocionales de la persona (deseo de comer por placer, felicidad, aburrimiento, tristeza, ansiedad…). 2. Y entonces...¿Cómo opera mi hambre? Fisiología del hambre: El proceso de la alimentación inicia por el apetito que a su vez engloba tres conceptos: hambre, satisfacción y saciedad. El hambre induce a la ingesta de alimentos; la satisfacción es un estado de plenitud que obliga a dejar de comer y la saciedad es la sensación de plenitud existente hasta el inicio de la próxima señal de hambre, generalmente determinada, por la hipoglucemia (descenso en los niveles de glicemia). Este ciclo está regulado por la presencia de hormonas neuronales e intestinales, entre otros elementos como la presencia de glucosa y otros combustibles en la sangre, etc., pero también de factores ambientales, tales como los horarios de las comidas y la apariencia de los alimentos implicándose de esta manera también los sentidos. Las dificultades o el descontrol de las ingesta de alimentos puede modificar la homeostasis energética y por lo tanto variaciones del peso corporal, la energía vital y el funcionamiento de procesos biológicos básicos para la atención y la vida. 3. ¿Cuáles son las señales neuroquímicas del hambre? Estos son sólo algunos de los mecanismos implicados en el complejo e interesante proceso neuroquímico del hambre: El centro cerebral que gobierna el circuito del hambre y la saciedad se encuentra en el hipotálamo. De manera continua ciertos sensores (neuronas) monitorean los niveles de lípidos y azúcar en el sistema sanguíneo, así como otros que responden a hormonas específicas. Dependiendo de estos niveles se dispara la producción de neuroquímicos que aceleran o frenan la ingesta de alimentos. La primera vez que una persona prueba un alimento que le gusta, una descarga de dopamina acompaña el momento de "placer”; pero después, cada vez que la vista o el olfato vuelven a detectarlo, la descarga se produce no en la etapa consumatoria, sino en la anticipatoria. Otras que cumplen roles protagónicos en el escenario del hambre es la serotonina, también vinculada con el estado de ánimo (las personas que tienen bajos niveles de serotonina tienden a padecer estados depresivos, o son impulsivas, o violentas). Otros factores que influyen sobre la sensación de hambre son la glucosa, la insulina y el glucagón. Altos niveles de insulina, por lo general, disminuyen la sensación de hambre. Cuando los niveles de glucosa caen, el páncreas libera glucagón que estimula al páncreas a producir glucosa a partir del glucógeno almacenado. Cuando los niveles de insulina caen, la glucosa entra más lentamente en la célula y aparece el hambre. La hormona ghrelin, que secreta el estómago, constituye otro tipo de señal de alerta. Sus niveles se elevan abruptamente antes de las comidas, con el estómago vacío, indicándole al cerebro que es hora de tener hambre, y después caen igual de rápido, cuando el estómago está lleno. 4. Ok, Ok, Pero...¿Y qué con mi hambre emocional? Hablar de hambre emocional implica que, en ESTE MOMENTO, te preguntes por: ¿Cómo te hace sentir tu relación con el hambre? ¿Qué haces cuando tienes hambre? ¿Cómo y cuándo gestionas el miedo, el estrés y el cansancio en tu vida? ¿De qué tiene antojos tu vida en TODAS las esferas? ¿Qué le sobra y qué le falta? ¿Qué situación social, cultural, familiar o de tus relaciones, te hace sentir frustración, enojo, duda, maltrato e injusticia? ¿Cuáles son las principales batallas que tienes con tu cuerpo? ¿Sientes que puedes actuar frente a las situaciones de incertidumbre, injusticia o cansancio que te rodean? ¿Cómo? ¿Qué recuerdos vienen, qué emociones surgen y qué pensamientos vienen, cuando sientes miedo, culpa, frustración, rabia o envidia? ¿Qué ritual o costumbre tienes alrededor de tus prácticas de alimentación? ¿Si pudieras estar en otro trabajo, relación y lugar, en dónde y con quién estarías? 5. ¿Identificas de qué tiene hambre tu vida? ¿Cómo sabes que tienes hambre?: Revisemos los 9 tipos de hambre... Cuando hago esta pregunta, no es tan fácil de responder… Las respuestas son variadas: “porque llega la hora”, “porque me apetece”, “pues no lo se la verdad”. A casi nadie se le ocurre decir: “siento que me ruge el estómago”. Llevamos un día a día tan frenético y estresado, que estamos bastante desconectados de nuestras sensaciones de hambre y saciedad, ¡no sabemos reconocerlas!. Entonces, ¿Qué nos impulsa a comer? Según Jan Chozen Bays y su programa Mindful Eating Conscious Living, son 9 tipos de hambre: visual, olfato, oído, boca, estómago, tacto, celular, mental y corazón. 1. HAMBRE VISUAL Será el que más te suene, el conocido “comer por los ojos”. El aspecto visual de los platos nuestra comida juega un papel importantísimo, nuestra vista nos “convence” y solemos echarnos más cantidad de la que podemos comer después aunque estamos llenos. La industria alimentaria y los publicistas lo saben, ¿Qué diferencias hay entre la hamburguesa de la TV y la que te entregan mojada y sucia en los establecimientos de comida rápida? Un abismo, ¿verdad? Juegan con nuestra “hambre visual” y consiguen que vayamos a su establecimiento. 2. HAMBRE DE OLFATO El olor es un reclamo para muchos alimentos: las palomitas en el cine, el aroma a pan fresco de una panadería. En muchas ocasiones, accedemos a comer cosas por su intenso olor que se conecta con recuerdos de placer o recompensa, sin tener sensación de hambre física. 3. HAMBRE DE OÍDO Te pregunto, ¿Qué alimentos te vienen a la cabeza que crujen?, ¿Qué características tienen esos alimentos? 4. HAMBRE DE BOCA “Se me hace la boca agua” ¿Lo has dicho alguna vez? ¡Fíjate cómo sólo imaginar el sabor y textura de un alimento hace que empecemos a salivar! Ese es el hambre de boca asociado a: “comer es un placer”. Es educable, ¿Qué quiere decir? Que el tipo de alimentos que consumamos hace que nuestro paladar cambie. Por ejemplo, si habitualmente tomas el café con dos cucharas de azúcar y pasas de golpe a tomar café solo, no te gustará, pero si vas bajando la cantidad de azúcar progresivamente, el cambio no es tan grande y se tolera mucho mejor. 5. HAMBRE DE TACTO ¿Por qué comemos algunos alimentos, como la pizza, con las manos? Resulta agradable comerla así porque notas su textura, si está caliente, incluso te gusta mancharte de grasa. ¿Cómo influye el tacto en tu sensación de hambre? 6. HAMBRE DE ESTÓMAGO ¿Cómo está tu estómago cuando dices que tienes hambre? ¿Qué notas en el cuerpo? El hambre de estómago te manda señales y hace rugir tus tripas para que comas cuando han pasado muchas horas desde la última comida. 7. HAMBRE CELULAR Nuestro cuerpo está formado por pequeños millones de células que necesitan energía y nutrientes para funcionar. Está muy asociada al hambre de estómago, que nos avisa de cuando las células necesitan alimento. Es especialmente clave cuando haces actividades que requieren mucho esfuerzo físico, mental, emocional o social. 8. HAMBRE MENTAL El hambre mental está relacionada con todos los pensamientos y normas que tenemos integrados sobre la comida (muchos de ellos mitos): tengo que comer 5 veces al día, el aguacate engorda, no puedo comer hidratos por la noche, no deberías comerte esto pero, y un largo etc. Normalmente muy asociada a las ideas y normas de las “dietas estrictas” que tan poco me gustan. 9. HAMBRE DE CORAZÓN Es esa ansia de comer repentinamente ciertos alimentos (no te vale cualquiera), en el que influyen factores como tus emociones, el estrés, la ansiedad y tu estado de ánimo. Puede aparecer sensación de culpa/vergüenza, miedo, rabia o insatisfacción después de haber comido; en esa ansia la necesidad de recibir amor y afecto particular está en juego. Acá podría afirmar que muchas veces comemos con o por miedo, rabia, frustración, ansiedad, desamor.... Te abrazo y te espero en mis espacios de Psicoterapia, Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta.